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jueves, 11 de abril de 2013

Crisálida

Cuando la oruga siente que todavía no es el momento (pero que está cerca) debe experimentar un profundo impulso de vomitar eso que constituye su propio universo, el capullo de su producción natural que sin embargo contiene un ahogo oscuro.
No es ahora.
Padece  la última etapa de la transformación pero sin la suficiente fuerza como para liberar la tensión en la que se encuentran sus alas.
Este proceso de asfixia podría transcurrir en el escaso  tiempo de nuestros relojes, pero más extenso para quién tiene pocos días de vida en el calendario gregoriano.
Una tarde llega el instante mágico cuando el sol está dando el paso a la luna.
Impulsada por un deseo de morir con su dolor rompe la red y nace una vez más.
Pero ahora para volar por siempre.


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