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jueves, 15 de septiembre de 2011

Corso a contramano en septiembre

Cuando nos sucede algún acontecimiento que nos hace sufrir, es inevitable replantearse la existencia. Al menos yo no puedo parar hasta terminar la repregunta. Pienso que estaría bueno agregar al Sermón del Monte algo como "Felices los que se cuestionan poco porque podrán dormir a la noche o encontrarán la medicación correspondiente". Cuestionar el por qué también es un poco inútil. Sobre todo si entra en el juego más de una voluntad humana. Y ni quisiera mencionar en el embrollo la autoridad celestial y su supuesta oportunidad para hacernos aprender cosas. Ayer lo escuchaba al Dalai Lama. El señor hace tres horas de meditación diaria y más o menos siempre dice lo mismo. Desconozco si a los que pagaron su entrada en el teatro les habrá dado más tips, pero en su mensaje popular de la televisión no está a la vanguardia de las últimas recomendaciones. Ni hablar de los libros de autoayuda (les recomiendo hojear alguno para entender ciertas psicosis colectivas) y su verborragia de soluciones mágicas y a corto plazo. Otra opción? utilizar el poder de la mente cuán un imán similar a la lámpara de Aladino. Vuelvo al origen. La tristeza es siempre por las mismas cuestiones pero disfrazada para distintos carnavales. Tal vez sea cierto eso que dicen; uno entiende todo un minuto antes de morirse...menudo consuelo! Y ni hablar si se muere en la víspera. Entonces, viendo como sale el sol después de otra noche de insomnio, busco la mejor nariz de payaso para este evento y como decía el gran Tato Bores: vermouth con papas fritas y good show! Si poco podremos responder, bailemos que ahí viene la murga y la música está buena.