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jueves, 11 de julio de 2013

Puntadas y patrones

Cuando mamá estaba triste tejía.
De pronto se sentaba en algún lugar de la casa, generalmente la cocina, tomaba las dos agujas y comenzaba la función.
En alguna época de crisis (este país vive en crisis) hacía cadenitas con la aguja de crochet y salían unas florcitas nacidas de cualquier pedazo de hilo que anduviera circulando. O varios pedazos. Parecía como si la amalgama de puntadas y elementos, unidos en esa danza, dieran cierto orden universal ante alguna situación.
Sus conocimientos eran primarios; la producción solo contaba con bufandas en punto Santa Clara o redondeles que adquirían formas diversas de mantelitos o apoya tutti. Recuerdo alguna bufanda rosa muuyy larga y me genera una sonrisa pensar cuantas filas habrán sido necesarias para calmar su ansiedad.
Hace un par de semanas fuí a comprar lana para un chaleco multicolor. Me faltaba ese básico en mi guardarropas y mi tía gentilmente se ofreció a cumplir el deseo.
Extrañamente tomé una madeja y también la sume a la cuenta. Pero para mí.
Revolví todos los cajones de mi casa y encontré dos agujas que ni siquiera recuerdo de donde salieron. Armé un ovillo, me senté en una silla casual y comencé a tejer. Es muy impresionante como sin darse cuenta se van repitiendo patrones.
Cuando comencé a llorar obtuve la confirmación del evento. Y las palabras se transformaron, medias anudadas y un poco tejidas, en una historia para abrigar mi garganta. Un talismán que protegiera mi voz cuando hiciera frío.


lunes, 1 de julio de 2013

De parto

Que se hace con un gran amor?
Uno puede verlo nacer y entender rápidamente que será importante.
Se lo siente gestar como a un niño, en las entrañas, con suaves patadas cercanas al corazón y caminando como si faltara un poco el aire.
Que se hace con un amor así de grande?
Se puede acunarlo, buscarle un espacio, tirar muebles viejos, entregar esos objetos que son solo decorativos y juntan polvillo.
Como se trae a un universo caótico esta semilla de baobab?
Plantando en tierra libre, lejos de construcciones rígidas, sabiendo que sus raíces destruirán las veredas, que habrá que aprender a caminar sobre el césped o en el terreno embarrado, pero dejarle lugar para que  pueda extenderse a su placer y desperezar toda la vida que trae dormida dentro de su cascarón.
Y en ese momento donde se separa sobre la faz oscuridad y luz, donde el día y la noche cobran entidad, se entrega el propio corazón para alimentar su vida.
Y se le da la bienvenida. Como se puede. Con los recursos que se tienen a mano y los que se inventarán.
Un gran amor debería merecer una gran existencia.
Yo lo recibo. Sin estruendos, sin fuegos artificiales. Susurrando en su oído...bienvenido.