Cuando mamá estaba triste tejía.
De pronto se sentaba en algún lugar de la casa, generalmente la cocina, tomaba las dos agujas y comenzaba la función.
En alguna época de crisis (este país vive en crisis) hacía cadenitas con la aguja de crochet y salían unas florcitas nacidas de cualquier pedazo de hilo que anduviera circulando. O varios pedazos. Parecía como si la amalgama de puntadas y elementos, unidos en esa danza, dieran cierto orden universal ante alguna situación.
Sus conocimientos eran primarios; la producción solo contaba con bufandas en punto Santa Clara o redondeles que adquirían formas diversas de mantelitos o apoya tutti. Recuerdo alguna bufanda rosa muuyy larga y me genera una sonrisa pensar cuantas filas habrán sido necesarias para calmar su ansiedad.
Hace un par de semanas fuí a comprar lana para un chaleco multicolor. Me faltaba ese básico en mi guardarropas y mi tía gentilmente se ofreció a cumplir el deseo.
Extrañamente tomé una madeja y también la sume a la cuenta. Pero para mí.
Revolví todos los cajones de mi casa y encontré dos agujas que ni siquiera recuerdo de donde salieron. Armé un ovillo, me senté en una silla casual y comencé a tejer. Es muy impresionante como sin darse cuenta se van repitiendo patrones.
Cuando comencé a llorar obtuve la confirmación del evento. Y las palabras se transformaron, medias anudadas y un poco tejidas, en una historia para abrigar mi garganta. Un talismán que protegiera mi voz cuando hiciera frío.
De pronto se sentaba en algún lugar de la casa, generalmente la cocina, tomaba las dos agujas y comenzaba la función.
En alguna época de crisis (este país vive en crisis) hacía cadenitas con la aguja de crochet y salían unas florcitas nacidas de cualquier pedazo de hilo que anduviera circulando. O varios pedazos. Parecía como si la amalgama de puntadas y elementos, unidos en esa danza, dieran cierto orden universal ante alguna situación.
Sus conocimientos eran primarios; la producción solo contaba con bufandas en punto Santa Clara o redondeles que adquirían formas diversas de mantelitos o apoya tutti. Recuerdo alguna bufanda rosa muuyy larga y me genera una sonrisa pensar cuantas filas habrán sido necesarias para calmar su ansiedad.
Hace un par de semanas fuí a comprar lana para un chaleco multicolor. Me faltaba ese básico en mi guardarropas y mi tía gentilmente se ofreció a cumplir el deseo.
Extrañamente tomé una madeja y también la sume a la cuenta. Pero para mí.
Revolví todos los cajones de mi casa y encontré dos agujas que ni siquiera recuerdo de donde salieron. Armé un ovillo, me senté en una silla casual y comencé a tejer. Es muy impresionante como sin darse cuenta se van repitiendo patrones.
Cuando comencé a llorar obtuve la confirmación del evento. Y las palabras se transformaron, medias anudadas y un poco tejidas, en una historia para abrigar mi garganta. Un talismán que protegiera mi voz cuando hiciera frío.