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miércoles, 30 de mayo de 2012

De grises mostradores y galletitas Melba

Tenía ocho años y sin calcularlo, una vez me dí cuenta que había crecido.
Cuando llegábamos al almacén, por más que yo me aferraba con las manos a ese borde de fórmica y mis pies se extendieran de punta como bailarina, no vislumbraba más allá del mostrador de la heladera comercial que exhibía los productos que necesitan frío. Alcanzaba esa mesada y aunque no pudiera verlo, estaba segura que existía algo más que ese gris meloso.


Lo comprobaba cuando mi madre solicitaba un alimento que asomaba de la zona desconocida.
O algunos días donde el señor almacenero, tal vez para que me quedara quieta, me daba un caramelo que surgía del otro lado.
Pero en una de esas tardes aburridas recuerdo bien, bajo esta mezcla de seguridad extraña sobre lo recordado, que por allá abajo en unos estantes amarronados, se veían unas latas de arvejas. Y más allá unas galletitas que nunca habíamos comprado.
Claro, porque ya había crecido! una altura merecidamente ganada me confirmaba este sutil reconocimiento personal y casi doméstico.


Hoy también me dí cuenta que crecí. Aunque mi medida vertical ya no sume centímetros.
Puedo ver lo que me ofrecen con fecha pronta de vencimiento, lo que requiere un lugar con frío y colores llamativos para que se venda pronto. O levantar un poco el campo visual a voluntad y distinguir otra opción. En otro lugar donde no se llega por más que levantemos los pies, donde solo hay que esperar   volver a ver.
Porque desde ese día de la infancia supe que las galletitas escondidas tras el mostrador fueron las más ricas.
Y eso pasaba... porque las podía elegir yo.


jueves, 24 de mayo de 2012

Camino

Yo sé que tipo de felicidad no quiero.
La que se consigue fácilmente sin haberse ahogado en las profundidades del ser, sin ser sobreviviente de uno mismo.
No deseo aquel estado de elaboración rápida; consejos de revistas femeninas que me convierten en un producto más que en un resultado. Alegrías funcionales de ideas ajenas que explican como ser buena amante, buena esposa, buena amiga, buena ciudadana. Quiero ser feliz con la libertad de ser lo que soy.
No quiero esa dicha sin el sudor de mis lágrimas, quiero emocionarme de parirme tantas veces como sean necesarias.
Se consigue en travesías oscuras que buscan sabiduría.
Pero la prefiero entre todas. Es la que quiero conservar porque cuando se instala en el centro del pecho, mi corazón se vuelve infinito.

martes, 22 de mayo de 2012

Mutis por el foro

Silencio. Ausencia de sonidos o abstención de palabras.
Cuando lo busco y lo encuentro, me colma. Llegando la noche cuando todos duermen y hasta los árboles descansan con la quietud. Lo escucho lejos del insomnio, apacible cubriendo el fin del día se amalgama con el comienzo.
Me lastima cuando está impuesto. Cuando se llena de pensamientos sin decir, cuando lo busco para callar, cuando otros lo utilizan para no hablar. Respirando una atmósfera de intenciones que se desintegran y poco a poco, se vuelven abstractas para siempre.
Ese silencio enmudecido de razones y respuestas. Denso, saturado de afirmaciones que en lugar de conjugarse se diluyen.
Es saludable cuando las palabras hieren. Pero nunca será capaz de suturar las heridas de lo callado. 

jueves, 17 de mayo de 2012

Las mamás no se mueren

Cuando yo era pequeña no se hablaba de la muerte como se hace hoy. No existía el karma, ni la luz, ni los programas de Claudio Maria Dominguez. La gente grande murmuraba el suceso, y cuando un niño se acercaba lo echaban. Por lo tanto, el único conocimiento que yo tenía a mis once años, era que las madres no se morían. Morían los abuelitos o la gente muy viejita que además debía estar enferma.
En consecuencia, la señora de la hoz se encontraba bien alejada de nuestra vida familiar; la excepción era mi abuelo que había muerto obviamente por ser viejo (y bastante jodido, así que ni lo extrañaba) 


En el mes de Abril  mi madre me regaló (ella proveía toda mi lectura) "Cuentos para leer sin rimmel" de Poldy Bird. Si alguno leyó este libro super triste, entenderá por qué puedo ser el festín de cualquier psicoanalista. 
Los niños de mi grado leían Billiken o Anteojito y escuchaban a Menudo. Yo antes de ir a la cama me interesaba en unas páginas sin tener mucha idea de lo que era el rimmel, y por las tardes escuchaba Charly Garcia con mi hermano Ale...que pretendés con ese pasado! cantando a los gritos -detrás de las paredes que ayer te han levantado, te ruego que respires todavía...
En fin, la cuestión era que en el libro de la Sra. Bird, a la pobre mujer se le moría la madre cuando tenía ocho años. Y de grande relataba cuentos con sus recuerdos...una ternura! menos mal que los cuentos son parte de los libros.


Pero un mes después, en Mayo, moría mi madre. 
Estábamos en mi casa con los tíos de visita, se desmayó a causa de un ACV  (ataque cerebro vascular) perdió el conocimiento y en un par de horas, otra era la historia. La parca, la huesuda, la calaca o como quieran decirle, irrumpía en mi vida sin que nadie la llamara. 
Antes de saber el resultado de tan inesperada visita, me llevaron a la casa de mi abuela y no dormí en toda la noche (literalmente) porque rezaba, y rezaba, y rezaba, tal como me habían enseñado en mi amado colegio Católico Apostólico Romano. Y Dios, o sus traductores, me habían engañado con sus teorías.
La gente se moría. No se sabía cuando, ni cómo, ni por qué, ni a donde iba. Los rezos no eran infalibles, las seguridades no existían. Unos decían que era porque era muy buena y los ángeles querían tenerla con ellos...como alguien puede ser tan imbécil?


Hoy ya perdí la cuenta, pero de esta anécdota se van a cumplir más o menos treinta años. Puffff. 
Le contaba el otro día a Silvana, una amiga que perdió a su mamá hace poco, que es como vivir con un pozo hondo y profundo. A veces se llena con agua que viene de una lluvia de hijos, amores, amigos. Pero hay días, como este, que hay que convivir con un pozo que se transforma en agujero. Y nada lo llena. Y hay que aprender a mirarlo, nada más.
Seguramente si mamá estuviera, yo sería otra. Muy diferente? seguro. Pero mi acercamiento al arte y la lucidez de lo ilógico, es su legado. Una mina que reía mucho, pero a escondidas lloraba mucho también.


Te quiero mamucha. Algún día nos vemos y nos burlamos un rato de lo ridícula que sigue siendo la vida.
Algún día me das un abrazo, me volvés a contar La Cenicienta por décima vez,  me río a carcajadas y te demuestro que esos príncipes  no existen. Mientras tanto, gracias por amarme tanto.

miércoles, 16 de mayo de 2012

La calle tapizada de hojas secas amarillas, ocres, marrones, descansadas de su ciclo y durmiendo en paz. Y vos  haciendo esos trucos con las esferas de colores, como un adivino que no pronostica nada, un oráculo que solo se divierte. En una baldosa haciendo tus juegos de malabares a distancia, cortando las alejadas estampidas de sueños. Cruzamos una mirada tierna y me hubiera quedado en tu mundo de fantasía.
Pero no era real. La realidad no es tangible y lo material es demasiado doloroso para soportar.
Me alejo pensando que hoy voy a escribir sobre vos. Te quedaste en mi mundo... inmortal.

viernes, 4 de mayo de 2012

Estación

Hubo un tiempo que era mío.
Lo medía en años, en días, en meses. Celebraba aniversarios, nacimientos, recordaba fechas importantes, acontecimientos como "el" primero y "el" último.
Era mi tiempo encapsulado. Giraba en torno a mañanas y noches, a llegadas tardes, prematuras, apremiantes. A corridas suaves o marchas lentas.
Lo compartía calibrado por otros. Lo recuerdo a la distancia como un período determinado por un mutuo acuerdo.
                 Ahora no hay nada para medir.
Hay ahora. 
Yo me estaba esperando.