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miércoles, 30 de mayo de 2012

De grises mostradores y galletitas Melba

Tenía ocho años y sin calcularlo, una vez me dí cuenta que había crecido.
Cuando llegábamos al almacén, por más que yo me aferraba con las manos a ese borde de fórmica y mis pies se extendieran de punta como bailarina, no vislumbraba más allá del mostrador de la heladera comercial que exhibía los productos que necesitan frío. Alcanzaba esa mesada y aunque no pudiera verlo, estaba segura que existía algo más que ese gris meloso.


Lo comprobaba cuando mi madre solicitaba un alimento que asomaba de la zona desconocida.
O algunos días donde el señor almacenero, tal vez para que me quedara quieta, me daba un caramelo que surgía del otro lado.
Pero en una de esas tardes aburridas recuerdo bien, bajo esta mezcla de seguridad extraña sobre lo recordado, que por allá abajo en unos estantes amarronados, se veían unas latas de arvejas. Y más allá unas galletitas que nunca habíamos comprado.
Claro, porque ya había crecido! una altura merecidamente ganada me confirmaba este sutil reconocimiento personal y casi doméstico.


Hoy también me dí cuenta que crecí. Aunque mi medida vertical ya no sume centímetros.
Puedo ver lo que me ofrecen con fecha pronta de vencimiento, lo que requiere un lugar con frío y colores llamativos para que se venda pronto. O levantar un poco el campo visual a voluntad y distinguir otra opción. En otro lugar donde no se llega por más que levantemos los pies, donde solo hay que esperar   volver a ver.
Porque desde ese día de la infancia supe que las galletitas escondidas tras el mostrador fueron las más ricas.
Y eso pasaba... porque las podía elegir yo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno....esoes crecer...totalmente.

Alejandra Allievi dijo...

Simplemente hermoso, siempre nos trasladas a una mini vacación con tus palabras! Te mando muchos Besitos!! Ale