
El suspiro se equivocaba de lugar. El firmamento tenía un sistema de torres donde la más alta podía sostener los vuelos, pero la base de aquella escala era tremendamente delicada. Por este motivo debía guardar un perfecto equilibrio; estaba fuera de rango un sutil agregado. Vagabundo en su búsqueda, se sintió tan triste por no ser admitido en ese cielo, que se sentó unos segundos en todas las plazas del mundo. Pensó en esos momentos como sería estar sin hogar, y al no encontrar una salida en semejante estructura, se puso a llorar como si fuera rocío de noche mojando las lilas y las violetas en las macetas. Por eso los días, compadeciendo su destino errante, se complotan para brindarle refugio. Supongo que por eso mi suspiro...